Monday, May 14, 2007

¡Vuelve Paoletti!

Como Paoletti, este blog vuelve esporádicamente, aunque con intenciones de volver definitivamente al ruedo. No decidí si dejar de lado o no esa maldita lista de 20 canciones nacionales (tenía escrito la mayoría de los textos pero un virus formateador de rígidos arrasó con todo y me volvió más flexible al respecto). Pasó mucho tiempo y no me dan muchas ganas de retomar todo esto. Pero hasta que lo decida, acá copipego la versión sin editar (sabrán disculpar...) de una pequeña entrevista a Adrián Cayetano Paoletti que le hice hace un par de semanas y se puede leer en llegás a Buenos Aires. Nos veremos el viernes en Niceto.



“Llegó un momento en el que me cansé de tocar. Me aburría subirme a un escenario. No era mi trabajo y nunca viví de eso, entonces el requisito mínimo para hacerlo era divertirme”. Así, sin más, es que Adrián Cayetano Paoletti, el gran cantautor lo-fi de Monte Grande, justifica su alejamiento de la música en 2002, una ausencia que sin dudas se hizo sentir por la medianía reinante en la escena independiente de Buenos Aires. El legado que dejó Paoletti en su paso por la música está compuesto por un disco al frente de los seminales Copiloto Pilato y otros tres ya como solista: Paciencia (95), En la ruta del árbol, en busca de la canción perfecta (98) y Soy yo por ahora (00), todos ellos hoy en día muy difíciles de conseguir (Paoletti asegura “me ofrecieron armar un compilado, pero yo prefiero reeditarlos y grabar un disco que compile versiones nuevas de esos temas”). No fue en 2002 la primera vez que Paoletti decidió mantenerse al margen de la música: cuando disolvió Copiloto Pilato en la primera mitad de los 90 decidió volver a acercarse a la literatura, su otra pasión artística (había logrado una mención de honor en el rubro poesía durante la Primera Bienal de Arte Joven y en sus discos como solista se pueden encontrar referencias a Oliverio Girondo o Julio Verne). “Había decidido volcarme de lleno a la escritura. Era muy metódico, me pasé un año escribiendo al menos cuatro horas por día antes de volver a tocar”, rememora Adrián.
Pero hoy, tras cinco años sin muchas novedades, hay grandes noticias para los amantes del trovador sureño: ¡vuelve Paoletti! ¿Cuándo? El 18 se presenta dentro del marco del ciclo Compass, que se realiza todas las trasnoches de viernes en Niceto, y para el show promete al menos catorce versiones de las canciones de sus tres discos en solitario. Pero esto no es todo: hay posibilidades de otra fecha antes de fin de año en el ciclo Nuevo! del Teatro San Martín y Paoletti ya tiene compuesto su flamante disco que editará el año que viene. “Son nueve canciones de las cuales cuatro o cinco voy a grabarlas con toda la banda”, adelanta Paoletti y promete subir algunos demos de los temas a su página web (www.adrianpaoletti.com.ar) y a myspace.com/adrianpaoletti. Adrián explica que para la post producción quiere que lo ayude alguien que no esté tan involucrado con las canciones y nombra como primer candidato a Ezequiel Araujo, que ya produjo a artistas tan disímiles como Leo García e Intoxicados. Araujo, ex El otro yo, grabó un disco junto a Paoletti que jamás se editó. “El puso la música y yo la voz y las melodías. Estaba bueno, tenía unas bases muy tecno pop, no sé si algún día Ezequiel lo querrá sacar porque ahora está muy metido con su grupo nuevo” dice Adrián en relación a Imperfectos, agrupación que Araujo integra hoy con su pareja, Deborah de Corral.
“Ahora tengo que empezar a tocar más seguido para que agarremos ritmo con la banda antes de entrar a grabar”, planea Paoletti. “La banda” de la que habla está formada por allegados de Adrián: Hernán Balsalotti, bajista de su grupo anterior; Gonzalo Córdoba, ex guitarrista de Suárez con quien Paoletti grabó sus primeros discos; Pablo Córdoba, hermano de Gonzalo y baterista de Rosario Bléfari; Sebastián Mondragón y Fernando Lamas, del dúo Estupendo, que acompañaron a Paoletti en los últimos conciertos antes del parate que ya lleva lustro. Aunque aquel alejamiento de cinco años no fue tan terminante: Adrián Paoletti brindó un show en la Alianza Francesa en noviembre de 2003, luego tocó la guitarra en ese mismo lugar durante un recital de María Fernanda Aldana y, por último, dio un mini concierto sorpresa en el Malba en ocasión del estreno de Modelo 73, de Rodrigo Moscoso, película para la que Paoletti había compuesto la música.
“En varios shows antes de dejar de tocar, le pedía a Fernando que cante y yo me quedaba tocando la guitarra nomás, creo que ahí fue que empecé a dar un paso al costado”, cuenta Paoletti y agrega: “aquella era una época de quiebre, por eso mi último disco se llamó Soy yo por ahora. Ya me había casado, en 2002 tuve un hijo y un mes antes había muerto mi viejo. El año anterior ya había empezado a estudiar abogacía, algo que venía de familia. Ahora tengo 39 y hace 18 que trabajo en Tribunales; el título te sirve mucho si trabajás ahí. En estos años viví en un triángulo entre el trabajo, la facultad y mi familia y no tenía tiempo ni ganas de tocar, aunque cuando estudiaba para un examen siempre tenía la guitarra al lado y la agarraba para descansar. Estudié seis años hasta que el año pasado me recibí. Igual ahora no me veo ejerciendo; por un año, al menos, no quiero saber más nada con el derecho”. Quienes alguna vez pudieron disfrutar un show de Paoletti y atesoran sus discos como reliquias celebran su alejamiento del ámbito legal y su vuelta a los escenarios. El resto, el 18 en Niceto, tiene finalmente la posibilidad de darse cuenta de todo lo que se perdieron musicalmente durante tanto tiempo.

Friday, December 02, 2005

Escuchando discos desde chico, creciendo

16 - Going Up The Country – Luca Prodan

Me acuerdo que una tarde de sábado hace muchos años paseaba por el club Country de Banfield, como todas las tardes. Estaba subiendo las escaleras que iban desde la pileta y la canchita de entrenamientos de papi hasta el gimnasio 2, en el segundo piso, donde se jugaban los partiditos oficiales de FADI. Se escuchaba bochinche que venía de abajo, de la cancha de papi, me asomé y vi que había un pelado cantando en un escenario improvisado donde estaba el gimnasio de yudo que daba a la canchita. No sé bien por qué, pero la imagen me quedó grabada a fuego en la mente, tal vez haya sido por la fascinación que me produjo ver algo que jamás había visto antes. Una banda en vivo.
Fui corriendo al balcón del primer piso, al lado de los vestuarios, y me quedé mirando boquiabierto sin entender nada de nada. Hasta que uno de los chicos más grandes que estaban ahí en el balcón mirando, los de “la 73”, me dijo: “el pelado es Luca Prodan, está probando sonido Sumo”. No sé cuánto me quedé mirando desde allá arriba, pero sé que fue suficiente. No volví a saber nada más de ese tipo ni de esa banda hasta que un tiempito después me desayuné durante mi obsesiva y religiosa lectura matinal del diario con que el peladito se había muerto. Fue una experiencia shockeante que me predispuso mejor en la adolescencia con mi verdadero descubrimiento de Sumo.
Promediando el colegio secundario era imposible esquivar el Greatest Hits del grupo sin toparte con The Collection. Todavía los cds se escuchaban “como si la banda estuviera tocando en tu living”. Pero yo sabía que en vivo no se escuchaban así, o al menos cuando probaban cómo escucharse en vivo. Después me peleé con Sumo, como cualquier idiota que niegue su primera adolescencia y volvimos a amigarnos cuando estaba un tanto más maduro y teníamos mucho más en común. Ahí recién descubrí que mi problema con Sumo siempre fue que la sentía una banda mucho más climática que de canciones. No podía rescatar muchos temas (de hecho ninguna canción forma parte de esta lista) pero me encantaba la sensación de escuchar los discos todo el tiempo, sobre todo porque eran distintos cada vez. En la variedad de registros de Sumo se notaba cada uno de los cambios que el tiempo me produjo, en cómo la canción que odiaba se volvía mi favorita y viceversa.
Con Luca solista me pasó lo contrario. Lo descubrí muchísimo después, por un k7 que me regaló mi pareja en ese momento para que escuche mientras manejaba, durante una de mis etapas de enemistad con Sumo. Fue amor a primera escucha. Sentí todo lo contrario que con Sumo. Luca priorizaba a las canciones (grandes canciones debería decir) y no buscaba cambiar el registro todo el tiempo. Había un clima solo en el disco, encima uno mucho más interesante para mí que toda la diversidad de Sumo, y en ese único humor las canciones se lucían mejor, sin que parezca que se esforzaban por sobresalir. Acá en la lista está Going Up the Country, pero podría haber sido casi cualquier otra de Time, Fate, Love. O también de Perdedores hermosos. Desde el colchoncito de guitarras en el memorable in crescendo de Raining in London o los experimentos electrónicos de Running Away hasta los gritos guturales de gorila de La pequeña muerte o el final de Billy, igualito al de Ziggy Stardust pero con un saxo, todo me deslumbró al instante en los dos discos de Luca y me hicieron sentir a Sumo como un proyecto mucho más chato y limitado.
Las razones por las que Going Up the Country figura en esta lista se encuentran en que pienso a Luca como un jipi radical, uno de esos bien de raíz a los que no les importan mucho los saumerios y mucho menos las artesanías, y además porque siempre escribió mucho a partir de retazos de otras composiciones. Sus reversiones subvierten el original y se camuflan dentro del corpus de su obra. Going Up the Country, himno jipi que Canned Heat popularizó a fines de los 60, aparentemente ya era una reversión de Going Down South de Henry Thomas. Luca toma la canción de Alan "lechuza ciega" Wilson y la pervierte. Primero le baja el tempo, le introduce un par de líneas al comienzo, se va directo al estribillo y desecha el resto de la canción original, ninguneando la última estrofa. Además, Luca hace que la canción dure casi el doble, la limpia de un solo de flauta asqueroso y lo remplaza por uno de los silbidos más hermosos de la historia de la música, que hacen que la canción respire un aire mucho más campirano y, junto a la decisión de meter aplausos de fondo que marcan el ritmo y cantar a dos voces, se perciba un sentimiento de comunidad detrás de la música mucho más grande que el que inspiraba ese himno del jipismo. No hay forma de evitar que una canción que celebre irse “donde el agua sabe a vino y podemos saltar en el agua y emborracharnos todo el tiempo” suene 100% propiedad de Luca.


I have to get going,
I can’t stay here long
Cos I’m tired away,
I’ve been down all around
I’m gonna go back west,
gonna find me a brand new home

I'm going up the country, why don't you wanna go
I'm going up the country, why don't you wanna go
I'm going to some place where I've never been before
I'm going, I'm going where the water tastes like wine
Well I'm going where the water tastes like wine
We can jump in the water, stay drunk all the time
No use of you running, or screaming and crying
'Cause you've got your place babe as long as I've got mine

Wednesday, November 23, 2005

¡Muerto estoy!

17- Gente que no – Todos tus muertos (1988)

El lp debut homónimo de Todos tus muertos no sólo es uno de los discos más oscuros jamás editados en el país, sino que también es uno de los más furiosos. Las canciones de Todos tus muertos recuerdan al principio de la película Exterminio, a esos monos rabiosos encerrados en jaulas pero listos para escapar ante el menor descuido e infectar y aniquilar a una ciudad entera. Todos tus muertos es rabia pura, envasada en formato de audio. Es un disco que produce la sensación que Los muertos se colgaron instrumentos del hombro pero tranquilamente podrían haber sido ametralladoras. Y Gente que no es el punto de inflexión del disco, es la canción que posibilita el traspaso del punk iracundo a los más politizados ritmos jamaiquinos, pero que contiene a los dos en dosis equitativas.
Nunca voy a olvidar la primera vez que escuché la letra de Gente que no. Estaba en séptimo grado y el hermano mayor de un amiguito del barrio nos llevaba en un Taunus viejo, que no tenía pasacassette y creo que tampoco –aunque no estoy seguro- tenía radio fm. La cuestión es que aquel hermano empezó a gritarle a su hermano copiloto, con tanta furia como pasión, la letra de Gente que no. Y a los doce años de aquel final de los ochenta no era muy común escuchar a un pibe conocido en pleno alarido que pedía que mandemos a nuestros viejos a que se vayan a cagar, nos apuraba con un “no mirés al costado, no te hagas el pescado, no te creas que le hablo al de al lado porque te hablo a vos.... ¿QUIÉN SOS?” y cerraba, con los ojos medio desorbitados y a punto de embocarnos, con la repetición inquisidora “¿querés ser policía?” para después de un rato gritar “YO NO”, quedarse mudo y dejarnos cagados en las patas. El miedo y la fascinación que me produjo ese momento hicieron que la canción se me grabe a fuego en la mente, aunque no tenía ni puta idea de quiénes eran todos los muertos de los que él hablaba. Dos años después, me crucé en una disquería de Lomas con la tapa de nena de Hiroshima, me tomé rápido el colectivo y fui a casa a buscar plata para comprarlo. Nena de Hirsoshima, tan salvaje como conflictivo, es EL disco de Los muertos para un adolescente. Fallas, El espejo, El chupadero, Incomunicado, Sé que no y Abrete camino hacia el otro lado fueron indispensables como catalizadores de violencia durante el secundario. Debo admitir que cuando llegué a Gente que no, apenas un tiempito después, no me voló la cabeza como aquella versión a capella en el Taunus y me costó mucho menos entrarle a Nena de Hiroshima que a este disco, mucho más ríspido y con Fidel que incluso prueba con un ¡oh! el micrófono antes de empezar a cantar y con su voz que comienza lejana y se va acercando de a poco. Pero en Gente que no estaba el germen de todo lo que vino después para Los muertos y para mí. Ya se notaba en aquel comienzo repleto de sirenas, vientos en plan Cadillacs –también hay algunas acotaciones corales típicas del ska sobre el final- y una guitarra punkie reggae que parecía patinar en una distorsión sobre el final de la primera estrofa sólo para volverse más agresiva. Gente que no es el primero de lo grandes hits que compuso Jorge Serrano, que ya desde sus inicios se perfilaba como alguien bien directo en las letras, alguien que no se andaba con vueltas para expresar un sentimiento. Además, la canción cuenta con una pequeña yapa: termina con el sonido de un tremebundo gargajo, un pequeño gesto punk tan asqueroso como divertido.


Hay gente mentirosa, gente policía
gente de mierda, gente que no
gente que no, gente que no.

Hay gente que te dice que tenés que trabajar
hay gente que te dice que tenés que estudiar
gente que te dice que tenés un problema existencial.
gente que no, gente que no, gente que no.

Tus viejos te molestan te quieren ver triunfar
te quieren bien arriba en la escala social
te llenan bien las bolas, te quieren matar
y vos sólo querés mandarlos a cagar!

Gente que te escucha, gente que no
gente que te banca, gente que no
gente que te invita a su casa a dormir
gente que te deja en la calle morir.

y vos...si, vos: no mires al costado
no te hagas el pescado, no te creas que le hablo
al de al lado porque te hablo a vos, ¿QUIÉN SOS?

Que carajo estás haciendo de tu vida
qué carajo vas a hacer con vos

¿Querés ser policía?
¿querés ser policía?
¿querés ser policía?
¿querés ser policía?
¡Yo no!

Tuesday, November 22, 2005

I’m not happy, hippie

18- Conversaciones con la hierba – Los pillos (1987)

Inventores del post punk rural (¡¿?!), Los pillos editaron su debut Viajar lejos allá por el 87, producidos por el Javier Calamaro de El corte, y desaparecieron poco tiempo después, aparentemente con Nómades, su segundo trabajo, ya grabado pero jamás editado a causa de la hiperinflación (según Pablo Schanton, en una acertada reivindicación del grupo en el sí! del ’99). Viajar lejos no esquiva ninguno de los tics musicales más reconocibles del post punk y es un disco tardío para el movimiento, dos ítems que generalmente le restan puntos a cualquier disco. Pero a primera escucha se nota que Viajar lejos es tan depresivo como atemporal, con letras brillantes que tocan los oscuros tópicos del subgénero. Pero le agregan a su poética una mirada un tanto inocente que les quita pretensión junto a un curioso y atractivo folklore campirano que no permite que la lírica se acartone. El bajo monótono machaca mientras la guitarra aparece y desaparece con desidia, todo por encima de una batería galopante y con una voz que suena lejana, llena de eco y que, cada vez que puede, estira toda vocal a su paso y se vuelve prácticamente indescifrable. Todo esto suena un tanto desalentador, pero Viajar lejos es uno de los pocos discos que logró capturar ese sonido típico de los ochentas y hacerlo atractivo y resistente al paso del tiempo, sin necesidades de que para ello se deba echar mano al kitsch o al (vade) retro. Se nota que Viajar lejos (la canción) es el hit del disco y que la eterna Descansa, la obra más compleja del grupo. Pero la primera suena a demasiado pop impostado dentro del universo de Los pillos y la otra tiene un crescendo que pierde fuerza en su extensión desmedida, a pesar del simpatiquísimo alarido “me caaansaaa” en un tema de casi diez minutos. En el medio de ese sanguchito queda Conversaciones con la hierba, el punto más alto del disco, aunque Baila para mí tal vez le haga un poco de sombra. Conversaciones con la hierba empieza como un tema post punk cuadrado bien al palo, uno de esos a los que la guitarra chirriante les agrega una dimensión espacial mayor. Es un tema rarísimo: arranca con una estrofa cortita inentendible y se va derecho al estribillo, como cualquier canción. Pero ahí nomás repite esta última parte y en el momento en el que debería entrar la segunda estrofa la letra no aparece y la música revitaliza su intensidad mientras aparecen platillos por doquier. Hasta que el tema se frena un instante a tomar aire y, nuevamente, vuelve al estribillo. Cuando todavía quedan dos líneas más por cantar, de repente, la canción se empieza a apagar a lo largo de 30 segundos, como si se quedase sin combustible y avanzase sólo por inercia, en uno de los mejores finales atribuibles a un tema de los ochenta. Ni tan salvaje como Agua ni tan oscura como Poco placentero, Conversaciones con la hierba suena como Los pillos en su punto justo.


Introducido en XXXXXX para decrecer*
fui un infante que intentó hablar
con hombres resguardándose
en los juncos
hubo sombras que llegarían persiguiéndola

Conversaciones con la hierba
habla, habla con la hierba
podrán ofrecer una morada bajo los sembrados
me solía arrodillar y pedir

(la letra tiene errores y no termino de enteder qué dice la primera línea)

Monday, November 21, 2005

Deforme

19- Las habladurías del mundo – Pescado rabioso (1973)

Antes que nada debería aclarar que soy un analfaSpinetto. Mi desconocimiento de la obra de Luis Alberto Spinetta es profundo y me acompleja un poco como alguien a quien le interesa, y mucho, el rock nacional. Algunas cosas que hizo me aburren, otras me divierten, otras no me interesan y a la mayoría de sus discos siquiera los escuché como se debe. Pero dentro de toda mi ignorancia rescato un rechazo musical de LAS hacia todas las convenciones que se le puedan imponer. Dentro de su carrera, la única etapa que me despertó un interés genuino fue la de Pescado rabioso. Artaud es un discazo que tenía la particularidad de venir en un sobre que negaba el formato cuadrado que reinaba entre los lp. Musicalmente es tan interesante que hasta se hace resistente a algunas letras que son un pelotazo, como el patriarcal comienzo de Todas las hojas son del viento, que viene a ser una continuación del otro gran pelotazo de PR, Blues de Cris. Pero no siempre lo andaban dejando a Spinetta (este es más un disco solista que uno de PR) y él tenía tiempo de hacer cosas mejores que usar canciones para andar aconsejando sobre lo que no le piden y dando opiniones que a nadie le interesan. Pero Spinetta se reivindica con la metacanción enorme Cantata de puentes amarillos y, sobre todo, con Las habladurías del mundo del final. “Toda, toda la ternura me darás / si te ofrezco ser carne de tu cuerpo” es una frase brillante por donde se la mire. La cadencia melódica funciona a la perfección con un solo muy simple (de esos que se nota que saben que no necesitan ser vistosos para destacarse) que se acomoda bien en el medio de la canción. La mala predisposición con la prensa de Spinetta provocó muchos papelones (el más grande, reciente y famoso fue su triste cruce con Pablo Schanton), pero esa relación complicada también posibilitó Las habladurías del mundo, una canción simple y compleja al mismo tiempo, que por suerte no se entrega a los excesos característicos de LAS. Sin dudas, un punto a favor del rey de los gimmicks dentro del rock nacional.


Toda, toda la ternura me darás
si te ofrezco ser
parte de tu cuerpo
Y al acariciarme me darás
los espejos que son de tu día del alma
Mientras oigo trinos voces oigo más
son aquellos los dioses que
nos escuchaban
No estoy atado a ningún sueño ya
Las habladurías del mundo
no pueden atraparnos
Veo, veo las palabras nunca son
lo mejor para estar desnudos
Ni, ni la anaconda es como el buey
ya no hay más reyes de la selva
Toda, toda la ternura me darás
si te ofrezco ser carne de tu cuerpo
No estoy atado a ningún sueño ya
Las habladurías del mundo
no pueden atraparnos

Sunday, November 20, 2005

Fight for Your Right (To Party)

20- Represión – Los violadores (1983)

Quería evitar los archiclásicos, pero Represión es casi inevitable, no sólo por todo el contexto que rodeó las primeras presentaciones de Los violadores sino también por lo bien que suena ese primer disco. Después se volvieron lo que se habrán vuelto, pasó lo que pasó con Los violadores, pero la gloria de ese primer disco allá por el ’83 no se las quita nadie. Desde el comienzo con Mirando la guerra por TV hasta el cierre de la desopilante versión de El extraño de pelo largo (con el gritito “jipi pachuli sucio”), Los violadores es un disco que representa toda una época. Y, lo que es mucho mejor, también es un gran disco. Represión marcó generacionalmente a varias camadas de jóvenes, pero lo mejor es el grito desaforado de desahogo que el tema no puede dejar de transpirar con cada escucha. La primera vez que escuché punk fue cuando salió En vivo y ruidoso (el tercer o cuarto cd que me compré, pero eso pasó un par de años después), aunque fue mucho más sentirlo que escucharlo. Fue una experiencia excitante y no podía dejar de pensar en lo bien que la debía estar pasando toda esa gente que gritaba desaforada. Represión era esa primera canción punk que sentí y que, de alguna manera, señaló un camino que después se volvió mucho más complejo e intrincado, pero siempre le voy a deber a Pil Trafa y Stuka haberme señalado por dónde empezar a pasear.

Hermosa tierra de amor y paz
Hermosa gente cordialidad
Fútbol, asado y vino
son los gustos del pueblo argentino.
Censura vieja y obsoleta
en films y en revistas de historietas.
Fiestas conchetas y aburridas
en donde está la diversión perdida.

Represión a la vuelta de tu casa
Represión en el quiosco de la esquina
Represión en la la panadería
Represión 24 horas al día.

Semanas largas sacrificadas
Trabajo duro, muy poca paga
Desocupados, no pasa nada
Dónde está la igualdad deseada?

Represión que te aniquila
Represión que no se olvida
Represión
Yo no quiero
Represión
Detestamos
a la represión
Nos burlamos
de la represión
Represión

En la ruta del árbol, en busca de la canción perfecta

Surgió la propuesta de elegir las diez mejores canciones del rock nacional en una lista de contactos por email que integro. Un disparate que disparó una elección totalmente arbitraria de 20 canciones que me parecen geniales y que por un momento, el de mandar el email, las sentí como las 20 mejores o más importantes o lo que sea. Así nace este blog que las reproduce y agrega algún textito sobre cada una de ellas y, de ser posible, la letra, mientras espero entender de una vez por todas cómo funcionan los radioblogs si uno tiene un host gratis. La idea del blog estuvo hace mucho, hace largo rato que tengo ganas de escribir un par de líneas sobre esas canciones que no son perfectas pero que uno igual las siente así, sin importarle lo que diga el resto. Así que voy a postear esas veinte, alguna que se me escapó de la lista y muchas otras igual de lindas, o aún más, a las que por suerte no les interesa pertenecer a lista alguna. Basta de cháchara, es el momento de meterse en la ruta del árbol, en busca de la canción perfecta...